El Taller de Pensamiento Filosófico arrancó el martes 3 de Octubre con una primera sesión en la que, además de presentarnos y conocer las inquietudes de los participantes, nos planteamos ya algunas cuestiones básicas. A partir de unas imágenes en las que aparecen personas en diferentes actitudes; un pintor frente a un lienzo, un bebé en brazos de su madre, una joven leyendo, un músico tocando, una pareja besándose… Azucena nos propone la siguiente pregunta: «¿Está pensando?«. Se abre el diálogo respecto a qué significa pensar… Hablamos de qué diferencia hay entre conocimiento, saber, aprendizaje, pensamiento.¿Pensar es un acto mecánico?¿Tener pensamientos es lo mismo que pensar? ¿Qué papel juegan la razón y los sentidos en los pensamientos? ¿Se puede no pensar? ¿La actividad de pensar requiere un sujeto, un «pensador»? ¿Cómo se relaciona el pensamiento con el lenguaje?. Éstas y muchas otras preguntas surgieron en la sesión, a raíz de ellas la coordinadora del Taller nos mostrará un esquema con las distintas dimensiones del pensar: pensamiento crítico, pensamiento creativo y pensamiento ético. También analizamos las distintas habilidades del pensamiento:
- Percepción: Captar el mundo.
- Investigación: Interrogar el mundo.
- Conceptualización: Nombrar el misterio.
- Razonamiento: Organizar las ideas.
- Traducción: Procesar significados y sentidos.
Finalmente en el marco de la relación entre pensamiento y diálogo Azucena nos habló de Mathew Lipman, creador de la «Filosofía para niños» y del modelo de comunidades de indagación en las que el diálogo filosófico se constituye como la herramienta principal para reflexionar, indagar y comunicar en grupo.
A continuación podéis consultar la bibliografía que hemos elaborado para quien esté interesado en ampliar conocimientos sobre el tema.
Hay un texto de María Zambrano que me gustaría compartir, pertenece a su obra «De la Aurora» y puede darnos más ideas para indagar y reflexionar sobre el «pensamiento» y el «pensar»:
«Por amplias que sean sus alas, la luz auroral que sigue al alba es como un boquete, un lugar que tiende a absorber y ofrecer al par la inminencia de que algo inconcebible aparezca. ¿Un ser? Un animal quizás, un ser viviente, se dibuja casi, está al dibujarse. Un ser viviente de aliento y de pasión, un fuego oscuro por indiscernible que luego resulta ser simplemente blanco. Un blanco inextenso, un ser sin extensión. ¿Pensamiento? Mira tan sólo. Es una mirada, ya que la mirada de todo aquello que se manifiesta visiblemente es lo único que no tiene extensión y, aun más, la borra.
Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de la luz. Y cuando la luz nos fija es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría decir lo que sucede? Y, por no saberlo decir, se borra: no crea memoria.
Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar (…).»