Comenzamos el Taller de Pensamiento filosófico de este curso 2019/2020. En la primera sesión, tras una breve presentación por parte de Lucía (la coordinadora) y de darse a conocer las personas que conforman el grupo, leemos un texto de Voltaire. Lucía nos introduce brevemente en la figura del filósofo francés y en la época de la Ilustración, caracterizada por la razón y el conocimiento como generadores de sociedades más justas y felices, cosa que será puesta en duda por Voltaire en este relato. Los participantes irán formulando preguntas relacionadas con lo que les ha suscitado la lectura del texto. Como comentó Lucía al comienzo, se trata de elaborar «preguntas filosóficas», es decir, que nos lleven a un diálogo, que no tengan una respuesta obvia.
La preguntas fueron las siguientes:
- ¿Puede el conocimiento intelectual llevar al «sí mismo», al interior?
- ¿Qué importa más, la razón o la felicidad?
- ¿Qué es la felicidad?
- ¿Qué es más importante para ser feliz, vivir la vida o pensar sobre las grandes cuestiones alrededor de ella?
- ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia?
- ¿Son comparables los grados de felicidad entre personas con distintos grados de saber?
- ¿Es necesario ser infeliz por no saber todas las respuestas?
- ¿Qué tipo de conocimientos se necesitan para ser feliz?
- ¿Qué es lo más propio del ser humano, pensar o ser feliz?
- ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio para ser feliz entre nuestras limitaciones y las cosas que nos satisfacen a un nivel más visceral?
- ¿Por qué el conocimiento puede llevar a la infelicidad?
- ¿Podrían convivir la inmovilidad intelectual con el razonamiento?
- ¿Puede la felicidad llevarnos a la razón y la razón llevarnos a la felicidad?
- ¿Las creencias transcendentales nos hacen ser más felices?
- ¿Qué da la felicidad, el ser o el tener?
- ¿Hasta dónde podemos conocer, cuál es el límite?
- ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la ignorancia?
- ¿Es la insatisfacción del ego lo que hace infeliz al Brahman?
- ¿Se puede ser realmente feliz mientras uno se tiene en alta estima y desprecia a los demás?
- ¿La duda nos hace infelices?
- ¿La felicidad depende de cosas externas o de lo que nosotros queremos?
Repasamos entre todos las preguntas, hay muchas que se refieren a lo mismo, intentamos agruparlas y decidirnos por una. Al final comenzamos a responder a ¿Cuál es la relación -si la hay- entre conocimiento y felicidad? pregunta que no se formuló tal cuál pero que engloba varias de las propuestas.
Primero matizamos que la felicidad a la que nos referimos debe ser consciente, es decir que ser feliz exige conciencia de serlo. Un participante comenta que los seres humanos somos todos conscientes y podemos ser felices y nos diferencia de un perro o un árbol que no serían conscientes. Preguntamos ¿Somos todos los humanos conscientes? ¿No son conscientes seguro un perro o un árbol?
Otra persona se refiere al caso de la vecina beata, no sería tanto que el conocimiento provoque la infelicidad sino que el desconocimiento o la ignorancia provocan la felicidad. ¿En algún caso podría el conocimiento llevar a la felicidad? Alguien responde que, una vez que sabes ya no puedes dejar de saber y eso te induce a ser infeliz.
Un participante matiza que todo aquello que conlleva el «conocimiento» lleva aparejada la incertidumbre y la necesidad de satisfacer. ¿Hasta dónde sería bueno conocer para mantener el equilibrio de felicidad? En la misma línea otra persona matiza que lo importante no es la felicidad sino la estabilidad. Aprender es un proceso que implica siempre un movimiento, es una búsqueda.
Hay quien comenta que sería la razón lo que lleva a la felicidad, que la relación entre conocimiento y felicidad se daría en la razón. No comprendemos bien este argumento y nos lo trata de explicar.
Después surge la pregunta ¿la felicidad son momentos? a lo que el participante responde que más bien son expectativas y si se cumplen o no.
Otra persona interviene y nos dice que el conocimiento lo que hace es cambiar el sentido de la felicidad, el conocer nos lleva a comprender y ésto a aceptar. Y de la aceptación podría venir un sentido de la felicidad. Entenderíamos el conocimiento en relación con la comprensión, no con el «tener» conocimientos. Personalmente creo que es un acierto incidir en la comprensión y la aceptación como puntos de una felicidad que, aunque no sea quizá la más deseada o típica, sí que resulta muy enriquecedora. También pienso que hay una felicidad en la búsqueda, en el camino que lleva a esa comprensión, en el misterio que se va desvelando, y finalmente en el encuentro.
Comentamos la diferencia entre buscar conocimientos en el exterior -información, imágenes, datos- que podrían hacernos eludir una búsqueda interior, y lo que llamamos la sabiduría que es un saber interno, por experiencia propia. El sabio sí que es feliz, no le falta de nada…
Una última intervención relaciona la felicidad con cómo nos posicionamos en la vida. Cree en la importancia de «estar centrado», «buscar un equilibrio«, y a ésto ayudaría un conocimiento basado en valores.
Terminamos la sesión aquí. Para completar algo más sobre este tema os remito al resumen de la primera sesión del curso pasado, en la que leímos el mismo texto pero con diferente interpretación y debate, en ese resumen comenté las aportaciones y reflexiones de algunos filósofos sobre el tema de la felicidad.
Un libro en el que se plantea, de fondo y entre otros muchos, el asunto que hoy debatimos es «Un mundo feliz» de Adolf Huxley. En ese mundo feliz los habitantes toman una droga para controlar las emociones y mantenerse contentos, y se dice que tiene todas las ventajas del cristianismo y el alcohol… Esto me recuerda que en el cuento de Voltaire la mujer que es feliz en su ignorancia también tiene una fe religiosa. En general en las novelas distópicas se suele asociar la ausencia de pensamiento y conocimiento con la «felicidad» pero sabemos que es una felicidad no deseable ya que deriva de la ausencia de motivaciones y problemas fruto de una anestesia del espíritu, de un control de las mentes y sentires basado también en la ausencia de estímulos y emociones. En «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury encontramos el mismo asunto, se prohíbe leer porque dicen que impide la felicidad, que llena de angustia, se queman los libros para que nadie tenga acceso a ese «mal», sin embargo hay quienes han resistido esas órdenes y viven apartados con libros, pensando, y son considerados locos por los demás. No deja de ser curioso que se asocie el conocimiento con la infelicidad en novelas donde lo que se denuncia de fondo es un abuso de poder, un intento de controlar las masas por parte de los poderosos, ofreciendo «felicidad» a cambio de «ignorancia».
Quiero nombrar a María Zambrano, alguien comentó en la sesión que la relación entre conocimiento y felicidad se daría en la razón y eso me llevó a revisar el concepto de Zambrano de «razón poética» que no está directamente relacionado con lo que tratamos pero que sí bucea en un conocimiento consciente, integrador, relacionado con la razón vital de Ortega pero en el que la poesía toma un lugar relevante como método de conocimiento más cercano a lo real y a lo íntimo y en el que la metáfora será el modo de expresión de ese pensamiento. ¿Qué tiene que ver esto con la felicidad? Creo que es un modo de acercarse al ser más consciente y humano, y que ese tipo de conocimiento al que se puede llegar mediante la razón poética desde luego infelicidad no trae, y muy probablemente se roce, en algún instante de la búsqueda, algo parecido a la felicidad.
Otro autor que recomiendo encarecidamente es el filósofo Josep Maria Esquirol. En su reciente obra «La penúltima bondad» (Acantilado, 2018), dedica un capítulo al repliegue del sentir, y nos cuenta que «Para nosotros, vivir es sentirse viviendo». Intensifica lo que la filosofía tradicional ha denominado conciencia y lo denomina como repliegue del sentir y cita a Aristóteles que en su Ética Nicomáquea (obra en la que reflexiona sobre la felicidad) incluye el sentir junto con el pensar como constitutivos de la vida humana. También Descartes matiza que «el sentir» está incluido en su denominación de «pensar» y Ortega y Gasset nos dice «Todo vivir es vivirse, sentirse vivir, saberse existiendo«. Esquirol en otro capítulo aborda el tema de el deseo que se genera, en este capítulo nos conduce a través de su interpretación del término «deseo» por un precioso recorrido donde el gozo, la pasión y la imaginación dan forma a algo parecido a la felicidad, presente, consciente y en comunión con el otro; el amparo y la generosidad abrazando este discurrir. Y al final del libro otro capítulo me lleva a los temas tratados en nuestra sesión, «Pensar es generar mientras se espera», nos dice, el pensamiento como forma de deseo traza una espera creadora y poética. Distingue más adelante entre conocer y pensar y cita a Heidegger y su obra ¿Qué significa pensar?. J.M Esquirol entiende el pensamiento como prolongación del sentir. El «conocer» estaría relacionado con la objetividad y la representación mientras que el «pensar» sería una aproximación, un ahondar, una actividad que tiene que ver con el sentido. Y continúa, relacionando el pensar con el amar, verbos que se emparejan siempre con lo «personal»,hay un quien que piensa, un quien que ama y hay un otro, siempre hay un otro.
Termino aquí este resumen de la sesión, en el que me he centrado en ampliar algo más el tema del conocimiento, ya que el de la felicidad lo desarrollamos más el curso pasado. Hay muchos filósofos que han abordado estas cuestiones, yo sólo he rescatado algunas pinceladas que me resultan interesantes para reflexionar, pero si alguien quiere más referencias podemos consultar a Lucía el próximo día. Cualquier aportación que queráis ofrecer escribiendo un comentario a este post estará interesante seguro. ¡Hasta la siguiente sesión!